Luis González de Alba: Un Hombre Libre

Luis González de Alba: Un Hombre Libre
Rogelio Villarreal, Coordinador
Editorial Tedium Vitaes
México, 2018
pp. 270


El 2 de octubre de 2016, Luis González de Alba decidió dejar la vida y se pegó un tiro en su departamento de Guadalajara. En 2018, dos años después, Rogelio Villarreal decide convocar a amigos, colegas y escritores para hacer una narración coral, a partir de testimonios, relatos, crónicas sobre la vida y obra del muy peculiar personaje que fue González de Alba.

Es la voz de 31 amigos, conocidos y admiradores que en 41 colaboraciones escriben sobre él. Hay textos inéditos y otros ya publicados. Hablan del ser humano, del amigo, del divulgador de la ciencia, del traductor, del escritor de ficción, del amante de la poesía, del activista de los derechos humanos de la comunidad lésbico-gay, del promotor de iniciativas en contra el VIH, del amante de la música, del enamorado de Grecia, del empresario dueño de bares gay y también del dirigente del movimiento estudiantil de 1968.

En el libro hay voces muy diversas por su manera de pensar y también por las materias en las que trabajan. Están, entre otros, Rogelio Villarreal, Adrián González de Alba, René González, José Woldenberg, Román Revueltas, Teresa Zerón-Medina, Alejandro de la Garza, Hugo García Michel, Rosa Albina Garavito, Luis de la Barreda, JIS, Myriam Vidriales, Ariel Ruiz, Roger Bartra, Leo Zuckermann, Jesús Silva-Herzog Márquez y Rafael Pérez Gay.

En la polifonía del coro se presenta a un “hombre salvajemente libre” como dijo Héctor Aguilar Camín. Un hombre que amó la vida y que incursionó, a profundidad, en muchas disciplinas del conocimiento. Un hombre siempre abierto y de “franqueza apabullante”. Un hombre que sabía reírse de sí mismo y era generoso con sus amigos. René González dice que para él, como para Terencio, “nada de lo humano le era ajeno” y también, en otra frase de Terencio, que “el servilismo produce amigos; la verdad, odio”. Eso a Luis le costó ser expulsado de grupos e instituciones.

González de Alba era políglota, dominaba el inglés, francés, italiano, griego y hebreo. Le interesaba el español y era muy cuidadoso del idioma en sus artículos y ensayos. Dentro de sus muchos intereses y pasiones, la divulgación de la ciencia fue de las más grandes y contantes. Abordaba todos los temas desde la física cuántica o el genoma humano. Eso lo obligaba a la lectura sistemática de revistas científicas y a la consulta acuciosa de la Enciclopedia Británica.

Era un polemista apasionado. Le gustaba el debate franco, pero también bien argumentado. Proponía la discusión abierta, clara y racional. Nunca dejó de decir y escribir lo que pensaba sin importar el costo que eso pudiera tener. Esto le trajo la admiración y el respeto de muchos, pero también grandes problemas. Sus amigos dicen que cuando se equivocaba siempre lo reconocía.

Rogelio Villarreal señala que el conjunto de los trabajos “confluyen en anotar la gran variedad de facetas que tenía Luis al estilo de un hombre renacentista, que lo mismo se ocupaba del arte o de la ciencia, que de la política o la sexualidad. Poseía una visión muy generosa y amplia de la sociedad en la que vivía, con sus filias y sus folias, con sus temores, pero también con sus grandes apuestas”.

El sobrino de Luis, Adrián González de Alba, recuerda que el día que su tío decide quitarse la vida en la habitación, de su casa de Guadalajara, dejó una camiseta sobre la lámpara, con una frase en griego que resultó ser el epitafio de Kazanzakis: “No espero nada, no temo nada, soy libre”. Un mensaje “que estuvo a punto de pasar inadvertido”, pero que se pudo rescatar.

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