Diplomacia en Tiempos de Guerra: Memorias del embajador Gustavo Iruegas

Diplomacia en Tiempos de Guerra: Memorias del embajador Gustavo Iruegas
Monica Toussaint
Instituto Mora, La Jornada, Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe (CIALC)
México, 2013
pp. 540


El embajador Gustavo Iruegas (1942-2008) se entrevistó con Monica Toussaint, del Instituto Mora, todas las semanas, de abril a agosto de 2007. De esas reuniones salieron 40 horas de grabación, que después fueron ordenadas y editadas por la investigadora. El embajador murió en 2008 y ya no pudo ver la versión final de sus memorias.

La memoria siempre es selectiva y en muchas ocasiones también inexacta, pero «guarda» y «expresa» la visión que se tiende de la propia historia y los hechos que ha tocado vivir a quien quiere contrala. El embajador Iruegas, que se retiró del servicio exterior en 2003, decide que había llegado el momento de «contarlo todo».

Estas memorias se organizan en tres grandes apartados: Infancia y juventud; la carrera diplomática y el testimonio de Susie Iruegas. En la primera parte, todavía niño, describe los cambios de ciudad que debía hacer la familia (Magdalena, Guaymas, Hermosillo, Monterrey, Saltillo y la Ciudad de México) por las asignaciones que le daban a su padre en la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas (SCOP) donde trabajaba.

Recuerda cuando ingresa a la Escuela Nacional Preparatoria de la UNAM en Coapa, turno vespertino, que es cuando empieza a trabajar en una mina donde toma muestra de los materiales. El servicio militar en el Cuerpo de Paracaidistas. Ingresa a estudiar periodismo en Ciencias Políticas de la UNAM, pero luego se sale para ir al Colegio de México a estudiar historia, que tampoco termina.

Se casa muy joven con Lilia, sobrina del periodista José Natividad Rosales, de quien Gustavo es asistente. En 1965, de esa relación nace su hijo Ah Muán. Se pone a buscar trabajo y por recomendaciones ingresa, en ese mismo año, a la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) en el área de prensa.

En 1966, después de los exámenes del servicio, es nombrado canciller «B» y enviado a la embajada en La Habana. Que es su primera asignación fuera de México. Se separa de Lilia. Y en 1968, en esa ciudad, conoce a Susie Peón, que bailaba en el Ballet Nacional de Cuba.

Los dos, ya como pareja, en 1968 se van a Argentina. Ahí se hace cargo de la Sección Consular y asiste al agregado cultural. A Susie le ofrecen trabajo en el Teatro Colón, para formar parte de la Compañía de Ballet. Gustavo la dice que no lo puede tomar porque en cualquier momento los pueden cambiar. A partir de ese momento ella renuncia a seguir bailando.

En 1970 dejan Argentina, para venir a México y los dos ingresan al equipo que organiza la reunión internacional sobre la Proscripción de Armas Nucleares en la América Latina. En 1971 se retira de la SRE, para seis meses después reintegrarse.

Solicita que lo manden a Washington y en ese mismo año lo asignan a la delegación mexicana en la OEA. Los acompaña Ix-Nic, su hija, que acababa de nacer. En 1974, después de presentar exámenes y ascender a diversos cargos, es enviado a la embajada en Brasilia. En ese tiempo lo asignan tres meses, para hacerse cargo de la embajada en Ghana. Ahí se dedica a leer. Susie se queda en Brasilia.

En 1975 viene a México a encabezar el área de prensa de la Conferencia Internacional de la Mujer y en ese mismo año es trasladado por primera vez a El Salvador. Es cuando asesinan al padre jesuita Rutilio Grande y empieza a notarse el accionar de la guerrilla que realiza    secuestros muy sonados.

Regresa a México en 1977, para desempeñarse en la oficina de Andrés Rozental que era el asesor del secretario Santiago Roel. Se hace cargo del órgano  informativo interno La Gaceta de Tlatelolco y de un servicio informativo diario para las representaciones en el exterior.

En 1978, México retira a su embajador en Nicaragua y a Gustavo lo envían como encargado de negocios en lo que será seguramente uno de sus más importantes trabajos y donde puedo, junto con  Susie, poner en práctica su idea de la política exterior mexicana.

El 9 de septiembre, día en que oficialmente inicia la insurrección del FSLN, llega a Managua. La guerra termina con el triunfo sandinista el 19 de julio de 1979.  Somoza huye. En la embajada de México se da asilo a más de 600 personas, entre ellas al grupo de los doce. Susie se hace cargo de mantener el orden organizar las comidas.

Lo destinan de nuevo a México y en junio de 1979, un mes antes de la victoria del FSLN, se hace cargo del área de prensa de la Cancillería. En junio de 1980, después de que México retira a su embajador en El Salvador, Gustavo regresa por segunda vez a ese país ahora como encargado de negocios. Lo conozco en diciembre de 1980 cuando me hago presente en la embajada y le digo que militó en las FPL.

Esta estancia en El Salvador, cuando estallada la «ofensiva general» el 10 de enero de 1981, es otro de los momentos claves de la carrera diplomática de Gustavo. Él y Jorge G Castañeda participa en la redacción de la Declaración Mexicano-Francesa, que reconoce al FMLN como «fuerza beligerante».

A Gustavo le debo la vida. La historia es larga, pero él  me saca de San Salvador en un momento que resultaba evidente que las fuerzas de seguridad habían «descubierto» las tareas que realizaba. Nos movimos rápido y pude salir del cerco.

Regresa a México en noviembre de 1981, la guerra de El Salvador termina en enero de 1992, para hacerse cargo de la Dirección de Protección de la SRE. Realiza un trabajo pionero en la protección de los mexicanos en Estados Unidos. En 1982 es nombrado embajador. En 1985 se cierra la oficina que él dirige y la tarea se asigna a la Dirección General del Servicio Consular.

En octubre de 1985 es enviado como embajador a Jamaica. Aquí se le diagnostica diabetes. En 1988 se le nombra director general del Sistema de las Naciones Unidas. En 1989 se le envía a tomar el curso de maestría en Administración Militar para la Seguridad Nacional en el Colegio de la Defensa Nacional.

Es designado director de los Organismos Regionales Americanos en 1990 y en 1992 como director general para América Latina y el Caribe. Asume el consulado de  San Diego, California, en 1993. Aquí compra su primer  barco. En 1994, cuando el presidente Salinas nombra a Manuel Tello como canciller éste designa a Gustavo como Oficial Mayor de la SRE.

De enero a diciembre de 1995 participa como parte de la Representación Gubernamental en el Dialogo por la Paz en Chiapas. Es la negociación con los zapatistas. Él me pidió mi opinión y hablamos largo sobre el tema en mi casa. En esa ocasión apoyé su decisión.

Hubo gente cercana a Gustavo que cuestionó su participación en la delegación del gobierno siendo él un funcionario del mismo. Les gustaba que lo hiciera en otros países, pero no en el suyo. Él hace una amplia exposición de su manera de entender el proceso de paz y  el papel en el mismo.

En 1996 es enviado como embajador a Noruega. En esa estancia terminó su libro sobre unas brujas Iruegas en  Coahuila juzgadas por la inquisición que estaba seguro eran sus parientes. En ese tiempo hizo muchos viajes por el Mar del Norte en su velero Exequartur, que había llevado de San Diego.

De noviembre de 1999 a diciembre de 2000 se desempeña como embajador en la República Oriental del Uruguay y como representante de la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI) que tiene sede en Montevideo.

En el gobierno de la alternancia encabezado por Vicente Fox,  que asume la presidencia en diciembre de 2000, el canciller, Jorge G Castañeda, amigo de Gustavo, lo invita para hacerse cargo de la subsecretaría de América Latina y del Caribe. En esa función permanece hasta abril de 2003.

Gustavo hace un análisis crítico de la política exterior de ese período, del papel que le tocó jugar y de su relación con Castañeda. A la renuncia de éste, el nuevo canciller, Luis Ernesto Derbez, ofrece a Gustavo puestos en el servicio exterior que éste no acepta y propone unos que el otro no acepta. Gustavo, entonces, decide dejar la SER, lo que ocurre el 15 de abril de 2003.

En la elección presidencial del 2006, Gustavo aseguraba  hubo fraude en contra de Andrés Manuel López Obrador, su argumento era una supuesta manipulación en el sistema de cómputo del IFE. A invitación de éste  participa como secretario de Relaciones Exteriores del «gobierno legítimo» de 2006 hasta su muerte, por cáncer, el 22 de octubre de 2008. Su deceso ocurrió en La Habana donde se trataba la enfermedad.

La compañera de Gustavo, Suise, en el último de los capítulos, hace memoria de su encuentro y los años que pasó con Gustavo y de las aventuras que les tocó compartir. Se amplía en el trabajo que desarrolló en la embajada de Managua, en los años de la guerra emprendida por el FSLN en contra de la dictadura somocista.

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El texto es ágil y fácil de leer y eso se debe al trabajo que realizó Monica Toussaint. El lenguaje oral suele ser extenso, repetitivo y con frecuencia confuso. Exige siempre una buena y al mismo tiempo cuidadosa y  respetuosa edición. Ayuda mucho, eso también se debe a la investigadora, los subtítulos que facilitan la lectura y al mismo tiempo la hacen más comprensiva.

En estas memorias seguramente que faltan sucesos, ya decíamos que la memoria es selectiva, pero dan una idea muy clara de quién era y pensaba el embajador Gustavo Iruegas. Se puede estar o no de acuerdo con su versión de las cosas, es como él las vivió y recuerda, pero sin duda resulta interesante y es valioso que alguien decida contar lo que le tocó vivir.

Eso ofrece información de primera mano, mucha desconocida, que se convierte en material fundamental para trabajar la historia reciente del país. En éste caso referida de manera particular al servicio exterior y la política exterior de los distintos gobiernos y del papel de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE).

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