Maximiliano

Maximiliano
Emperador de México
Carlos Tello Díaz
Editorial Debate
México, 2017
Pp. 166


El autor escribe este texto hace 20 años, pero hasta ahora se publica. Lo iba a editar Clío, para que estuviera a la venta a la par que se exhibía una telenovela de Televisa, sobre Maximiliano y Carlota, que nunca se realizó. Son 25 capítulos cortos, ilustrados con fotografías, pinturas y grabados. El libro, dice el autor “cuenta la vida del emperador de una manera compacta, desde que nace en 1832 hasta su muerte en el Cerro de las Campanas, en 1867”. En 2017 se cumplen 150 años de su fusilamiento en Querétaro.

Maximiliano de Habsburgo, hermano del emperador Francisco José, ostentó el título de emperador de México entre 1864 y 1867. Tello asegura que los mexicanos saben poco de historia y en particular la de Maximiliano. Con su libro quiere contribuir a que se conozca este personaje idealista, liberal y polémico. El final de su vida es dramático.

Maximiliano, plantea el autor, “fue un personaje excéntrico, un hombre de carácter romántico que se interesó desde joven en tierras exóticas como Egipto y la selva de Brasil, un liberal ilustrado cuya historia fue muy rara porque no fácilmente imaginas a un archiduque austriaco que de pronto cae en México como emperador, pero es cierto que con México sucedió una historia de amor; Maximiliano se enamoró del país en el que finalmente murió”. 

El papel que desempeña Maximiliano en México se inscribe en el ajedrez mundial, en la geopolítica, que en ese entonces juegan Europa, en particular Francia, y Estados Unidos. ¿Qué es el emperador de México? ¿Una víctima de esa realidad o un cómplice de la misma? Los liberales a la cabeza del presidente Benito Juárez luchan contra la instauración del Imperio y al final salen victoriosos.

Entre las ideas y políticas de avanzada que Maximiliano implementó en México están, dice el autor, leyes a favor de los indígenas y los trabajadores. Esta última prohíbe el castigo corporal, limita las horas de trabajo, garantiza el pago de los salarios en moneda, controla los créditos que otorgan las tiendas de raya, estipula que las deudas contraídas por los padres no pueden ser heredadas por los hijos y garantiza la educación de los peones a cuenta de las haciendas.

“La Ley del Trabajo, como tantas otras, inspiradas también por un sentido de justicia no pudo ser hecha valer por las autoridades del Imperio. Así que él no tuvo la fuerza para castigar su violación. En los hechos, los hacendados dejaron de contratar a quienes invocaban sus beneficios, por lo que privados de su fuente de trabajo, los peones estaban obligados a laborar en los términos de su patrón”, señala Tello.

El efecto inmediato de estas leyes fue que se acrecentó la hostilidad de los grandes hacendados en contra del emperador. Ellos querían a un gobernante conservador, que defendiera sus intereses, y no a un liberal. Los monárquicos que habían apoyado su venida, también se manifestaron contra su ley de imprenta, que defendía la libertad de prensa; contra la de justicia, que creaba la figura del ministerio público; contra la de instrucción, que sentaba las bases para la educación primaria obligatoria y gratuita a lo largo del Imperio, sin olvidar que no revirtió la desamortización de los bienes de la Iglesia.

El libro revela los detalles del distanciamiento entre la emperatriz Carlota y el emperador. Su afición al estudio, la lectura y la poesía. Su amor por la botánica y la aeronáutica. Tello sostiene que el emperador “fue un hombre de ideas liberales, llamado al trono de México por el partido conservador. Sin embargo formó un gabinete de liberales moderados y reafirmó las Leyes de Reforma proclamadas por Juárez, en particular la libertad religiosa y la separación de iglesia y estado; esto propició su distanciamiento de la iglesia católica de México y del Vaticano”.

Proyectos urbanísticos realizados por el emperador siguen presentes en la Ciudad de México: transforma el Castillo de Chapultepec, embellece el Zócalo, reforesta la Alameda, promueve la conservación de las pirámides de Teotihuacán, crea un museo de arqueología y gasta parte de su fortuna en unir al Castillo de Chapultepec con el Centro Histórico mediante “El Paseo del Emperador”, que es hoy el Paseo de la Reforma.

Los capítulos son fichas de información sintética que apunta hacia dónde se debe de investigar, para hacerse de más información. La selección de las imágenes es muy buena y hablan por sí solas. El texto es claro y ágil. Es una introducción general, de carácter puntual, a la vida del emperador, de la emperatriz y de su gestión como gobernante de México.

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