Efectos secundarios

Efectos secundarios
Rosa Beltrán
Literatura Random House
México, 2017
Pp. 124


El personaje se dedica, invitado por las editoriales, a presentar libros. Él, que es un compulsivo lector, se ocupa en la presentación del éxito comercial del momento, aquellos textos que en el cintillo traen la frase “el libro más vendido”. La mayoría versan sobre la autoayuda. No le pagan por las presentaciones, pero siempre guarda la esperanza de que un día le van a regalar los libros que sí quiere leer. En sus intervenciones siempre se refiere a los autores y a las obras que le interesan y con las que se identifica. El presentador es ella pero aparece como él.

Dice Mónica Lavín, que “a la par que Beltrán va señalando los rasgos que definen a un lector, y haciendo de ellos la esencia del personaje: ella o él son lo que leen, y contando la progresiva batalla por defender las lecturas esenciales del lector/lectora contra el avasallamiento de libros por presentar donde cada uno, como reza el cintillo, es el libro más leído del mundo, una realidad atroz de muertes acumuladas, de cuerpos decapitados, de mantas en puentes, de espacios minados se va desplegando frente al lector-presentador” (El Universal, 17.12.2011)

La presentadora de Beltrán juega todo el tiempo con la ficción y la realidad. La realidad es la ficción y la ficción es la realidad. En ese ir y venir describe lo que pasa en el país. Lavín se pregunta: “¿Es la ficción una manera de leer la realidad o es la realidad una manera de la ficción que leemos aunque no nos lo propongamos? Aquel mundo que nos rebasa porque se escribe sin que se escriba o porque siempre se está escribiendo así como siempre se está leyendo más allá de los bordes del impreso o la pantalla, es la paradoja donde Rosa concentra su original mirada, su reflexión profunda acerca de nuestro presente”.

Mayra Santos-Febres afirma que en la novela “ante el asedio de la violencia, el lector/narrador se mujeriliza, se convierte también en un cuerpo que atrae exterminio, en una de las tantas maquiladoras desaparecidas, violadas, mutiladas de la frontera. Desea escapar a un mundo donde la muerte no llegue, ver si puede regresar al orden que ofrecía la literatura de antaño. Pero algo pasa, algo interrumpe el fluir de su deseo. ¿Una bala, quizás? ¿La muerte? El lector ahora convertido en lectora no se da cuenta y sigue en su frenética huida, encontrándose ya del otro lado de la realidad con todos los seres que han caído víctimas de la violencia, los seres de carne y hueso y los literarios”.

Y añade que los efectos secundarios o los daños colaterales “nos hacen reflexionar acerca de todo lo que muere en este mundo- la ilusión de un orden, la necesidad del valor de la “belleza” frente al imperio de las cifras- del conteo de ventas o de cadáveres como dato real incuestionable vs. la vida y la literatura” y que la obra mantiene “un tenue balance entre el ying y el yang, lo masculino y lo femenino, la metaliteratura y la literatura como crónica. Pero eso ya se lo había enseñado su maestra Virginia Woolf y también su maestro Juan Rulfo. Ver el mundo como mujer no es lo mismo que vivirlo como hombre.  Tampoco es lo mismo ver el mundo como vivo, que verlo como muerto. Cambiar de sexo (o de estado de existencia) a su antojo podría ser un arma reveladora de realidades”.

El libro me resultó muy atractivo. Es una reflexión lúcida e inteligente de rasgos kafkianos. El humor negro y la ironía siempre están presentes. La autora propone que la literatura, la buena literatura, es la única vía de escape a la realidad violenta e irracional en la que vivimos. La prosa es de una gran elegancia y calidad literaria. La construcción del texto sorprende y llama la atención. Es una propuesta original y atrevida. Es un experimento muy exitoso. En las presentaciones la protagonista recorre el ancho mundo de la gran literatura y menciona a sus autores y sus obras. ¿Son los preferidos de la autora? La primera edición se publicó en 2011.

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