La sombra de un caudillo

La sombra de un caudillo

Vida y muerte del general Francisco R. Serrano 

Pedro Castro 

Plaza  Janés 

México, 2005 

Pp. 296


Álvaro Matute califica de “cuidadosa” esta biografía del general Francisco Roque Serrano. A mí también me lo parece. Es un aborde que se sale de la interpretación de los textos oficiales, la versión escrita por los vencedores, para el caso los asesinos, y aporta otra visión, fundada en una sólida investigación, de Serrano y los acontecimientos que lo rodean. Nos presenta a un personaje complejo, a un gran político, que es a la vez inteligente, carismático e irónico y también lleno de contradicciones.

La narración de Castro, que se estructura en nueve capítulos, tiene cuatro etapas:

Primera. Construcción de la relación. Se dan pruebas, con abundante información, de la estrecha relación que existía entre el sinaloense Serrano y el sonorense Obregón. El primero crece con el espacio que le da el segundo. Son cómplices de una y mil acciones y participan de un mismo grupo y proyecto político.

Segunda. Inicia el distanciamiento. Serrano está en su mejor momento. Es secretario de Guerra y Marina y clave en la derrota de la rebelión delahuertista. Calles es electo presidente y Serrano enviado a Europa, para que se haga de mundo y nuevos conocimientos. El grupo en el poder se consolida. Quien no está con ellos está contra ellos. Que es estar en contra de la Revolución, de su revolución, y pasar a ser parte de la “reacción”.

Tercera. Serrano se desubica. Después de dos años y medio en Europa regresa a México. Sigue siendo parte de la élite política, pero ya es ajeno a su nueva dinámica. No percibe la estrecha relación entre Calles y Obregón. Y tampoco que ellos empiezan a desconfiar de él. No entiende que el poder es solo uno y que el caudillo quiere la obediencia ciega de los suyos.

Cuarta. La ruptura. Inicia cuando Serrano decide lanzarse a la candidatura por la presidencia de la República. En 1928, el distanciamiento va a terminar en el asesinato de Serrano y sus compañeros, entre ellos mi tío abuelo Enrique Monteverde, en Huitzilac. La orden de Obregón la ejecuta el presidente Calles. Crimen político terrible.

En la casa de mis abuelos paternos, mi abuela Lidia, hermana del asesinado Enrique, aseguraba que Serrano había pedido autorización a Obregón, para lanzarse como candidato y que éste le había dicho que sí, que lo apoyaba. Todavía Obregón no había manifestado sus intenciones de reelegirse. La misma versión me la dio Benjamín, mi abuelo materno, amigo de Serrano. Mis abuelos vivían en Navojoa.

Obregón juega su cartas y Calles deja que los candidatos opositores crezcan. Una vez que Obregón decide ir por la reelección, después de cambiar la Constitución, se lanza con todas las ventajas contra sus opositores. Serrano no recula y se le enfrenta. Obregón con la reelección traiciona a la Revolución. Serrano, para Obregón, es la reacción que está en contra de la Revolución que se encarna en él. El asesinato de Serrano es cuestión de tiempo. Ocurre en Huitzilac.

El libro ofrece el producto de una investigación sólida y bien documentada. Está muy bien escrito. “El libro, dice Matute, crece en intensidad, lo que me confirma mi apreciación de que la muerte es lo que da significado a la vida. Los últimos capítulos mantienen al lector en vigilia, incluyendo el epílogo. Su interés es dilucidar hasta dónde pudo haber sido un montaje el proyecto de asonada de Balbuena el 2 de octubre de 1927 o hasta dónde hubo elementos ciertos que precipitaron al trinomio Obregón-Calles-Amaro a tomar la decisión drástica del “mátalos en caliente”.

Castro analiza todas las posibles interpretaciones de los hechos relacionados con Serrano y su trágica muerte, para llegar a la suya, que fundamenta bien: Obregón es el responsable del asesinato y Calles y Amaro sus eficaces colaboradores. El autor con esta obra ofrece una versión verosímil de lo ocurrido, que desmantela y echa por tierra la versión oficial que ha perdurado hasta estos días. Es un texto valioso y fundamental, para entender lo que realmente pasó con Serrano y Huitzilac.

Un nieto del general Serrano al comentar el libro de Castro escribe: “El crimen para “defender” al Estado, no fue un crimen de Estado, sino un asesinato político porque la sociedad no estaba en riesgo, sino el grupo, el cónclave del poder. No existe una explicación para lo que cada Estado considera un crimen de Estado, se puede decir que, por lo menos como justificación, se arguye como defensa de la civilidad, pero en este caso no lo es porque lo que se defendía eran ideas cerradas. Fue un crimen sin procedimientos civiles ni militares; un crimen que, por su crueldad, por su falta de formas, por sus embustes, por sus endebles pruebas, tan endebles como las armas nucleares de Irak, es deleznable para la historia del país”.

Pedro Castro

Profesor-investigador de tiempo completo de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) Iztapalapa, División de Ciencias Sociales y Humanidades, adscrito al Departamento de Sociología. Es Doctor en Historia por la UNAM, Maestro en Estudios Latinoamericanos por la London School of Economics and Political Science y Licenciado en Relaciones Internacionales por El Colegio de México.

Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SIN) nivel II. Pertenece a la Latin American Studies Association y a la Asociación Mexicana de Estudios Internacionales. Se especializa en los temas de Procesos políticos en la historia de México en el siglo XX; biografías políticas mexicanas e instituciones políticas de     México. Ha escrito, entre otros, texto biografías sobre Adolfo de la Huerta y Álvaro Obregón.

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